Fray Carlos María Domínguez, agustino recoleto de la provincia Santo Tomás de Villanueva, ha sido consagrado como obispo titular de Vita y auxiliar de la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo, en Argentina.
En la ceremonia de ordenación fray Domínguez recibió la imposición de manos por el arzobispo de San Juan, monseñor Jorge Eduardo Lozano y medio centenar prelados de la Iglesia Católica de diversos países y de distintas diócesis provinciales.
Por parte de la Orden de Agustinos Recoletos estuvo presente el General, fray Miguel Miró; el provincial, fray Miguel Ángel Domínguez; y los vicarios de Argentina, fray Daniel Medina; de España, fray José María Sánchez; de Perú, fray Víctor Villegas; y de Venezuela, fray Eddy Polo.
Del mismo modo, le acompañaron muchos frailes agustinos recoletos que llegaron desde distintos lugares del mundo para acompañar a fray Carlos María. Además, de Perú estuvieron el vicario provincial, fray Víctor Villegas; Mons. Emiliano Cisneros, Obispo de Chachapoyas; y Mons. José Carmelo, Obispo de Cajamarca.
En la ceremonia fue leído un mandato que el Papa Francisco que envió, el pasado 22 de abril, que dice: “Puesto que el honorable hermano Jorge Eduardo Lozano ha deseado duramente poder contar con una colaboración fraterna en el desempeño del gobierno de la vida de la diócesis, a fin de impulsar de modo más eficaz el progreso espiritual del pueblo de Dios; nos ha parecido bien, querido hermano, confiarte esta responsabilidad porque sabemos que estás bendecido de las cualidades de mente y corazón para el virtuoso desempeño de este ministerio pastoral. Por tanto, escuchando al consejo de la congregación para los obispos, con nuestra autoridad apostólica, te constituimos obispo auxiliar de la comunidad especial metropolitana de San Juan de Cuyo”.
Fray Carlos María se mostró emocionado y dispuesto a servir a la Iglesia en esta nueva misión. Así lo demuestran las palabras que dirigió a los presentes: “Por fin nos encontramos! En esta tarde de invierno pero llena de calor San Juan se vuelve tonada en la voz. Quiero tocar con humildad, respeto y suavidad el corazón de cada sanjuanino. Quiero pedir permiso para entrar en sus vidas y compartir con ustedes lo más valioso que se me ha dado, a Jesucristo. Soy consciente que me integro a la historia y al caminar de la iglesia de San Juan, una iglesia que he percibido llena de vida, para colaborar con su pastor. No vengo a dar una mano, vengo a dar toda mi vida. Quiero caminar con ustedes y posar mis pies sobre las huellas del maestro que es camino verdad y vida. Quiero anunciarles a Jesús y anunciarlo con ustedes con valentía que él está vivo en medio de nosotros. Quiero servir a Jesús con ustedes en aquellos que más lo necesitan: en los pobres, en los más alejados, en los que sufren. Mi padre San Agustín decía Soy obispo para ustedes, soy cristiano con ustedes. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano. La primera connota un peligro la segunda una salvación. Aun así, gracias a la calidad pastoral la obligación se transforma en servicio y en oportunidad de progreso y maduración. Quiero agradecerles la acogida tan cordial y calurosa que me han dispensado. Ha sido verdaderamente conmovedor llegar a San Juan y saber que estaban rezando por mí. Y preparándose para vivir juntos este momento de mi ordenación episcopal. Estoy muy muy feliz de estar en San Juan y ser parte de esta iglesia a la que Jesús me pide amar. Mucha gente cuando llegué me dijo te vas a enamorar de San Juan, y en estos días que ya llevo con ustedes les tengo que confesar que es así, me estoy enamorando de San Juan. Perdón, me corrijo, San Juan ya me ha enamorado”, agregó.