Fabián Martín | Navarrra | Diciembre, 2015 | ¡Basta ya de hablar de la Navidad! ¡Hay que vivirla, celebrarla, disfrutarla…! Hay que permitirle a Dios, la Palabra de la vida hecha carne, que nos hable directamente al corazón. Él es quien de verdad nos puede ayudar a entender el significado de la Navidad para nuestras vidas. Mi aportación es una sencilla oración de Navidad que espero que ayude a ensanchar el corazón; el resto lo hará Dios…
“Señor, Dios de la misericordia, te has acercado tanto a nosotros, que te podemos tocar, palpar, mirar… ¡Quién lo iba a sospechar! El misterio de la más absoluta trascendencia, tan cercano, tan frágil, tan accesible: un bebé como los miles de bebés que nacen cada día.
Una y otra vez, Dios del amor y de la ternura, rompes nuestros esquemas, y te haces presente ahí donde tú esperas ser reconocido, no donde nosotros quisiéramos o desearíamos encontrarte; no en los grandes almacenes o bodegas abarrotadas de cosas, sino en el calor del hogar y en corazón de cada familia.
Así, pequeño y frágil, vienes un año más a nuestras vidas, para hacernos ver el único camino que hace grande nuestra vida: el amor que se hace servicio, la fe que suscita siempre la alegría y la esperanza que esponja nuestro corazón.
Nos quieres tanto, y no sabemos por qué o, más bien, no queremos saberlo. Y es que nada nos compromete más que el amor. A nosotros nos gusta ir más bien por libres; claro, hasta que nos damos cuenta que mendigamos por muchos caminos el amor que tu nos das desde siempre. Tu paciencia es nuestra esperanza.
Tú eres así, te la juegas a una sola carta: cada día en particular y cada Navidad en especial, vienes hacia nosotros para invitarnos ir contigo hacia la alegría, la paz y la libertad; nos invitas a ir contigo hacia ti, Dios rico en misericordia.
En esta Navidad deseamos tenerte, así pequeño y frágil, entre nuestros brazos y estremecernos de ternura. Este simple gesto de tocarte y contemplarte con una mirada de fe, nos ayudará a adentrarnos en el océano de tu misericordia: ¡cuánto nos quieres, Niño de Belén! Ayúdanos a comprender este amor, pues nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso.
Aquí, presentes ante Ti, ante este niño de cerámica que te representa, te estrechamos contra nuestro pecho y te pedimos que llenes nuestras vidas de la vida que solo tú nos sabes dar, la vida buena, la vida bella, la vida verdadera, tú misma vida.
Gracias por querernos así y gracias por ayudarnos a vivir la Navidad.