“Para aceptarse como uno es, hay que saber ser agradecido”. Esta frase, de un psicólogo desconocido, pone en evidencia lo necesaria que es la gratitud en la vida de las personas. Necesitamos ser agradecidos hasta con nosotros mismos. El poder de la gratitud no tiene límites.
Sin duda, la palabra ‘gracias’ es la llave que nos abre todas las puertas; es la varita mágica que hace que lo imposible sea posible. Ella, acompañada de una sonrisa, es capaz de rasgar el corazón más duro y hacer que las cosas imposibles sean realizables. La gratitud debe envolver toda nuestra vida. Ella siempre debe envolver nuestras relaciones sociales.
Debemos agradecer, incluso, cuando las cosas no van bien o cuando la vida nos ha pegado una paliza. Cuando aquello que nos ha sucedido no ha sido, precisamente, como para dar gracias. Es lo que propone Richard Bach, autor de Juan Salvador Gaviota, en su libro Gracias a los padres malos. Lecciones de una infancia difícil: “Gracias por derribarme, porque me has dado razones para volar; gracias por despreciar mi talento, porque he podido desarrollarlo siempre tal y como deseaba; gracias por tratarme como si fuera basura, porque he logrado comprender que soy un diamante; gracias por no estar allí para mí… Ahora estoy aquí para mí mismo; gracias por decirme que nunca llegaré a nada, porque ahora soy libre de convertirme en lo que quiera; gracias por hacerme sentir culpable, porque nunca más cambiaré de rumbo para complacer a otro”.
Además, la gratitud nos permite darnos cuenta cuánto poseemos y cuánto nos falta. ¿Cómo así? Ella es el medidor que nos dice cómo está nuestro interior. Si somos capaces de agradecer es que hemos desarrollado la capacidad de la gratitud. Hemos sido capaces de mirar más allá de nosotros mismos. Hemos sido capaces de hacernos agradecidos. Ya podemos sentirnos felices porque podemos decir a otro: ¡Gracias por lo que has hecho! ¡Gracias por lo que me has dado! ¡Gracias porque eres importante para mí! ¡Gracias por dejarte querer!
Siempre es tiempo para agradecer. La palabra ‘gracias’ no tiene tiempo ni lugar. Siempre cae bien. Siempre suena genial. También es un buen ejercicio mental agradecer por todo. Saber que todo lo que nos sucede en la vida puede convertirse en una nueva oportunidad. Podemos beneficiarnos de ello. María Eugenia Polo, catedrática de la Universidad Pontificia de Salamanca, dice: “¡Podemos dar gracias por tantas cosas! Y no cabe duda que el comienzo y el final del día son cruciales para dar sentido a nuestra vida. Cada amanecer es un regalo”.
Por ello, cada vez que nos levantemos, la primera palabra que debe salir de nuestros labios es ‘gracias’: gracias a Dios por la vida, la naturaleza, por ser y estar. Si hacemos esto todos los días, encontraremos miles de razones para ser felices y hacer felices a los demás. No te olvides, que jamás falte la palabra ‘gracias’ en tu vocabulario habitual.