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Fiestas Navideñas: ocasión para acortar distancias

Enrique Gómez | Madrid | Diciembre, 2015 | Tengo la cabeza aturdida. Cada vez me parece que suben más las voces de quienes cantan villancicos. ¡Y esas luces! Camino bajo ellas toda la noche: Via del Curato, Via del Coronari, Via Zanardelli, Via di Monte Brianzo, Via di Ripetta… ¡Todavía no entiendo cómo se llenan tantas calles de esa luminosidad invasora, cuando aún estamos los que permanecemos a oscuras! ¡Menos mal que ya queda poco para Piazza Augusto Emperatore! ¡Las horas que son…! ¡Espero encontrar aún un hueco en el soportal! ¡La noche viene fría y un cobijo no estará nada mal!

Y luego están estos escaparates… ¡Ya podrían apagar también sus luces! De esa manera caminaría más tranquilo. No se irían los ojos tras tantas y tantas cosas necesarias. Comenzando por unos buenos calcetines y ¡esas botas…! Puedo seguir soñando despierto. En definitiva, ¿de qué me serviría tener tanto? ¿Dónde lo meto? Al menos podría saciarme algo de esos alimentos… Un poco no necesita despensa: basta con que entre en el estómago, ¡y mañana será otro día!

¡Ya he llegado a la auténtica Navidad! Desde Ponte Cavour no se ve ninguna luz. ¡Ésa sí es la verdadera ciudad, no la que queremos imaginar por momentos! ¡Sólo faltaría que los turistas estuvieran sacando fotos a diestro y siniestro y no nos dejaran ni dormir, si es que dormimos! ¡Ah, parece que hay hueco!

– Buenas, Giuseppe. ¿Está todo tranquilo por aquí?

– ¡Ah! Buenas, Andrea. Pensaba que ya no vendrías hoy. Se te echaba de menos. Pero creía que esta noche la pasarías con tu hermano. Al fin y al cabo, tengo entendido que vive por aquí, ¿no? – Sí, Giuseppe. Ahí, en Via Condotti 37. A la vuelta de la esquina, como quien dice. Pero bien sabes que hay otras distancias más difíciles de recorrer que las físicas. Además, ciertos lugares necesitan de audiencia.

– Ya veo, Andrea, ya veo. En fin, otro año será. ¿No te sobrará algún cartón? Cuando llegué, parte de los míos estaba mojada. Alguno de esos jóvenes desaprensivos de la movida busca los lugares oscuros para liberar tensiones, ya sabes.

– No te preocupes, Giuseppe. Si no me sobran, ya haré por que me sobren…

Parece mentira que con sus casi ochenta años sepa lanzar los dardos como los lanza. ¡Este Giuseppe! ¡A qué habrá venido mentar ahora a mi hermano! Sabe que nunca me invitará a nada. Aun así, dale que te pego. Sé que lo hace de buen corazón. Nunca he percibido en sus palabras malicia alguna. Lo dice con la inocencia de quien no se siente abandonado por nadie. Es hijo único y su única compañía murió hace tiempo. Aunque, a decir verdad, parte de razón tiene. Las distancias físicas son fáciles de salvar y las otras… En fin, las otras… ¡Nunca me he movido un ápice por derribarlas! Quizá él nunca me invite, pero eso no quiere decir que yo no pueda acercarme. ¡Tanto tiempo esperando su palabra…! Y nunca me he parado a pensar que el acercamiento viene de abajo, no de arriba. ¿No es eso lo que predican estos días desde tantos altares barrocos?

Sí, el bueno de Giuseppe tiene razón. No tengo que esperar a que nadie acorte distancias por mí. Esta Navidad debo acortarlas yo. Soy el que ha de actuar como un niño. El que desde la debilidad del desvalimiento y la inexistencia, desde el vagabundear por las calles sin que ninguna mirada repare en mí, convoque a los que quieren mantenerse lejos. ¿No es en el fondo ése el misterio de la Navidad? Desconozco qué iluso piensa aún que el que está arriba acorta distancia con nosotros. ¿Realmente de arriba puede venir algo bueno? ¡Ya quisiera ver qué hay de bueno donde tanto se corrompe! Es fuera de donde se puede llegar hasta el centro. El centro… El centro es demasiado denso como para dejar escapar nada fuera. Más bien lo expulsa.

Así es. Me acercaré a Via Condoti 37, llamaré al timbre y simplemente diré: ‘¡Nada, hermano! Quería mostrarte que, por Navidad, nosotros sí acortamos distancias. ¡Que pases buena noche con los tuyos!’. Dejaré que Giuseppe coja el sueño. Así le daré un último vistazo, no sea que se destape como cada noche. Y esta noche viene tan fría…