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Erradicar pensamientos negativos

“La mirada negativa discapacita más que una herida física”. Así describe Christopher Paolini la actitud de los negativos, en su apasionante libro de ficción Eldest. Y es que la actitud de las personas pesa mucho en su día a día. También es determinante para superar dificultades y emprender aventuras.

Destruir los pensamientos negativos

Paolini tiene razón. Pensar de forma negativa nos incapacita para la vida y nos inhabilita para amar. Nos hace deficientes. No hay que olvidar que somos lo que pensamos. Por lo tanto, si nos acostumbramos a ver la vida en forma gris, lúgubre o resignada, viviremos una vida oscura, tétrica, en donde no hay espacio para el color, el sentido y la belleza. Es más, nos sentiremos atrapados en una eterna sangría.

Por ello, cada cierto tiempo, debemos examinar nuestros pensamientos y “fumigarlos”. Así también lo recomienda Bain, para quien este ejercicio es “una herramienta de autocontrol efectiva para evitar pensamientos rumiativos”. Aquellos pensamientos que nos rondan en la mente y que pareciera que se agarran con uñas y dientes para no ser extirpados.

Vivir reconciliados

Si somos capaces de ordenar nuestra mente y cultivar pensamientos positivos, viviremos reconciliados y con una robusta salud mental. Sabremos abrir nuestro corazón para amar a los demás y nos dejaremos amar.

No obstante, cuando cruzan por nuestra mente pensamientos saboteadores hay que decirles: ¡Basta! ¡Alto! ¡Fuera! Hay que detenerlos al instante y erradicarlos sin demora. No podemos permitir que entren a nuestra mente aquellos fantasmas distractores que confunden nuestras emociones. Tenemos que demostrarles quién manda en nuestra cabeza.

Las creencias irracionales

La sicología cognitiva nos recomienda no mantener ni incorporar creencias irracionales. Sin embargo, muchas de ellas ya las hemos incorporado, inconscientemente, a nuestra personalidad, desde niños. Por ello, las tenemos que eliminar.

Hacerlo es sencillo. Hay que someterlas a un examen riguroso de la razón. Necesitamos preguntarnos: ¿Son ciertas? ¿Son lógicas? ¿Me ayudan? ¿Me sirven? ¿Me dan paz? ¿Son verdaderas? Y si no soportan nuestro examen crítico, hay que dejarlas fuera. Sacarlas de nuestra mente para siempre.

Cuando lo hayamos hecho, estaremos bien, capacitados para amar, sin apegos ni patologías, simplemente, seremos felices.