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El regreso de la magia

Unos de estos días escuché un reclamo interesante que le hacía un jovencito a su compañero. Ambos presumían de ser aprendices de sabios –O por lo menos, de querer saber más que sus amigos-. Estaban dispuestos a adentrarse en el goce intelectual.

El reclamo que llamó mi atención, decía: “Necesitamos literatos y filósofos que den respuestas dignas a la pregunta ¿Qué es el hombre? Tremendo reclamo suscitó en mí una inquietante alegría interior. Celebré la ocurrencia y recordé la obra de Wolfram Eilenberger, Tiempo de magos, la gran década de la filosofía (1919-1929). Este expresa: “Los filósofos, que son los héroes en mi libro, tienen la capacidad de hacer que nuestro mundo vuelva a ser extraño de maneras muy productivas. Ese es el tipo de magia que me parece buena cuando se trata de filosofía y literatura”.

Y es que Eilenberger en su libro cuenta los trabajos de aquellos que considera los magos de la de segunda década del S. XX: Ludwig Wittgenstein, Walter Benjamin, Ernst Cassirer y Martin Heidegger. Sin duda, los abanderados del pensamiento filosófico y también hacedores de magia, que dotaron a esa década esplendor y cultura. ¡Quién hubiera imaginado que estaban en la bisagra entre dos guerras mundiales!

Y es que los filósofos y los literatos son verdaderos hacedores de magia. Creadores de ilusión. Provocadores de fe. Arquitectos de utopías. A veces, la literatura es una verdadera panacea de la filosofía. Ella se destila en los diseños arquitectónicos de sus letras. Y en los finos acabados de frases y párrafos. 

Al analizar por qué estos jovencitos se quejaban de la sequía de intelectuales y fustigaban por la falta de genio del hombre actual, me di cuenta de que, en realidad, no sufrían un embriago intelectual ni padecían un delirio de erudición. Pienso que, en realidad, preparaban un reclamo que debemos suscribirlo.

Si miramos nuestra realidad, escasean los magos (filósofos y literatos) que nos planteen preguntas interesantes. Nadie zarandea las columnas de nuestro pensamiento. Todo sigue igual. Y lo lógico, lo racional y verdadero degeneran. Parece que los magos han sido desterrados o encerrados en el exilio. ¿Los habrán matado?

La sociedad del espectáculo es tan exitosa que esta misma fórmula se aplica al mercadillo politiquero. Se vende la verdad y se negocia la dignidad. Y el hombre necio e ignorante celebra la espectacularización de la política, la banalización de la realidad y la victoria de la corrupción.

Los que no quieren ser como los demás gritan por la ausencia del pensamiento crítico y la reflexión lúcida. Hoy, jóvenes como mis amigos, son muy pocos. Son ejemplares supervivientes de una generación que ha perdido el gusto por la literatura. Que miran a la filosofía como una gárgola petrificada y quemada de la medieval Notre Dame.

Creo que a nuestra época le falta un poco de pensamiento claro, lógico y racional. Necesitamos devolver a la razón la corona que le ha arrebatado la ignorancia atrevida. Nos urgen magos que despierten nuestra creatividad y nos devuelvan la ilusión. En fin, necesitamos liberarnos de la estupidez y acabar con la incultura que destruye la magia saludable y gestora de utopías. Queremos que, otra vez, el pensamiento y las letras rompan las rejas de lo trivial y liberen el espíritu de los magos, que nos humaniza y nos lleva a la libertad.