El padre Ángel Herrán propone vivir la Navidad en una doble dimensión. Por una parte, recuperando la cercanía, no medida en metros, sino en gestos, con quienes más lo necesitan. Y por otra, colaborando económicamente con campañas sociales que se dan en las parroquias o por instituciones particulares que se preocupan de ayudar a los demás. O sea, que hay dos formas, una con los gestos y otra con la donación económica en dinero, ropa, juguetes, comida, etc. para familias sin recursos, las personas mayores que viven solas, quienes no tienen empleo, o los que viven en la calle y no pueden refugiarse en el calor de un hogar.
Asimismo dijo que la Navidad tiene que sacarnos de nuestros letargos y ensimismamientos o encerramientos en nosotros mismos para tener la generosidad de las personas voluntarias, en los gestos que cualquiera podemos hacer para cuidar y acompañar, en el tiempo que regalamos sin prisas y disponible para escuchar, preguntar, mirar a los ojos, y ser capaces de reconocer y agradecer todo lo bueno que recibimos todos los días de Dios.
La distancia física que nos exige el cuidar a los demás y el cuidarnos para frenar la expansión de este virus letal está reprimiendo los afectos y las emociones. Cada día el aislamiento se hace más costoso y es fácil ceder ante el desánimo y el no llegar a ver un horizonte cercano y libre de la enfermedad. E imaginar que no vamos a poder encontrarnos con los que queremos de la misma forma que otros años, aún nos parece una ficción. O sea, que no vamos a poder reunirnos entre varias familias. Ante esta situación para los que conoces o los que están más lejos de tu día a día, tú tienes que ser un estrella que con su luz alumbre esperanza a través de gestos generosos y sencillos que faciliten encuentro, diálogo, oportunidad.