En el 2016 realizamos un reportaje a Claudio Loayza, en él nos confesaba sus emociones juveniles y su pasión por el motocrós. La dirección de la radio ha creído conveniente volver a publicarlo para revivir al Claudio motocrosista, aquel de los triunfos, la adrenalina y la sonrisa.
Julio de 2016 | Fray Nicolás Vigo | El motocross es un deporte que demanda mucha energía, ímpetu y arrojo. Pertenece a los denominados ‘deportes extremos’. El piloto desafía la gravedad y se alía con la velocidad para poner a prueba sus habilidades y destrezas. Sin duda, se trata de una danza violenta y rítmica a la vez. Esa danza se realiza sobre un terreno abrupto y polvoriento. Es un duelo de adrenalina entre el hombre y la máquina. Una sinergia sobrenatural, diría yo.
Este deporte extremo, poco a poco, ha ido ganando más adeptos y ha reclutado un interesante ejército de motocrosistas en el mundo entero. Podemos decir, con total seguridad, que este deporte encandila cada vez más a adolescentes, jóvenes y adultos, amantes del riesgo y de las acrobacias sobre ruedas.
Chota, en los Andes peruanos, es uno de los sitios que esconde a un interesante grupo de motocrosistas, animosos, apasionados por este deporte. Aquí se ha formado la Asociación de motociclismo de montaña y deportes de aventura – AMMDA, un grupo de amigos que comparten la pasión por las motos y la adrenalina. El esfuerzo de este grupo de amigos ha dado resultados interesantes. Chota se ha convertido en la cuna de ganadores. Aquí se forjan los futuros campeones del motocross. Nombres como Dick Pérez y Claudio Loayza, de 16 y 18 años, respectivamente, son nombres ganadores en las competiciones de motocross nacionales.
Para comprobar la dedicación y el empeño de estos chotanos, fui hasta el circuito construido por ellos, denominado La retama. Un estratégico lugar a las afueras de Chota, sobre la carretera que lleva a Chiclayo. Era una tarde de verano serrana, soleada y relajada. De pronto llamó mi atención una columna de polvo que se disolvía con el viento. Pronto identifiqué al culpable. Se trataba de Claudio Loayza, cual jinete aéreo, conducía su motocicleta por los aires, saltando rampas y sorteando curvas cerradas y escollos del circuito, como si se tratase de un acróbata de hierro.
«Hola, Claudio -le dije-, me gustaría hacerte algunas fotos y verte hacer algunas acrobacias». Él, con su rostro juvenil, casi imberbe, sonrió y no perdió tiempo. Dio una patada a la moto y empezó su carrera bulliciosa esparciendo el polvo sobre La retama. Así se perdió por el circuito ofreciéndome un espectáculo ideal para ser fotografiado. Sin duda, hice buenos planos.
Después conversé con Claudio sobre su pasión. De entrada, sonriente, me dice que empezó a los 14 años. Y que de pequeño prefería la bicicleta, pero también, la moto. Intrigado por la cara de felicidad y por la seguridad con la que hablaba, le pregunté: ¿Qué sientes cuando te subes en una moto y empiezas a correr? Él dice: «Me olvido de todos los problemas. Sólo estoy yo y el circuito. Ese momento es único. Experimento adrenalina. Y aprendo nuevas técnicas: cómo saltar, como esquivar las curvas del circuito».
Pero no basta tener entusiasmo y buena disposición para este deporte. Es necesario ser disciplinado y perseverante. Claudio lo dice así: «Lo primero es la técnica. Hay que tener bien puestas las piernas; hay que saber introducir los cambios y saber frenar. Además, hay que tener en cuenta las curvas. La clave está en qué momento utilizar los frenos y hacer los saltos. Igualmente, hay que tener un buen equilibrio».
Claudio Loayza, como muchos otros jóvenes, no sólo se dedica al deporte, sino sabe compaginar su hobby con los estudios. Nos podríamos preguntar cómo es compatible el motocross con la tecnología médica. Claudio lo explica fácilmente: «Pongo empeño en mis calificaciones, porque si no lo hago, me podrían prohibir la moto. Tengo que llevar bien las dos cosas. Ya que ambas son mi futuro». Así nos cuenta que cursa el 5to ciclo y que su asignatura favorita es la Inmunología.
Este chotano ha ganado más de 20 triunfos oficiales y persigue con entusiasmo sus sueños. Nos dice, con toda la inocencia del mundo: «Mis cualidades son la sencillez y la valentía. Ellas me permiten tener lo que quiero». Seguramente, Claudio dice la valentía porque es necesario ser valiente para desafiar la gravedad, pero también ser sencillo para aceptar las caídas y las derrotas, para poder levantarse y empezar otra vez.
No podíamos dejar de preguntarle sobre su familia. Sabemos que su padre es un reconocido chotano, doctor en Ciencias biomédicas, colaborador de Santa Mónica Radio, también amante de las motos, y su madre es una sencilla profesora de lengua y literatura, orgullosa del talento de sus hijos. -Digo hijos, porque el hermano menor de Claudio, Alonso de 13 años, ya tiene en su haber 4 títulos oficiales-. Pero como toda madre, no se resigna a que su hijo practique este deporte de riesgo. Sobre ello le pregunté a Claudio: ¿Y tu madre como toma esto del motocross? Sonriente nos dice: «A mi mamá no le gustaba para nada. Le daba miedo que me pasase algo. Siempre me ha dicho que no corra. Antes, casi no iba a mis carreras; pero ahora sí va; no obstante, no ve la hora que se termine la carrera».
Claudio, junto a su paisano Dick, son dos nombres obligados para correr el circuito que ofrece la Feria internacional San Juan Bautista de Chota, como parte del espectáculo. Para esta fiesta vienen corredores nacionales e internacionales. Los jóvenes chotanos saben dar la talla y ponerles las cosas difíciles a sus competidores.
Loayza sueña con ser el número uno. Convencido de que lo logrará, le pregunté, ¿A quién dedicarías tu triunfo? Me responde con total seguridad: «A mi padre, porque es una de las personas que me apoya en todo. También a mi madre, porque me sabe cuidar».
Cuando saqué las fotos a Claudio me sorprendió su equipamiento. Él me lo describe orgulloso, apoyando su cuerpo sobre su moto Yamaha: «Lo primero que hay que ponerse es el casco y las botas; después, la pechera, las rodilleras, las coderas, el collarín, los lentes, los guantes y un traje impermeable que nos cubre todo. Todo esto sirve para evitar lesiones en caso de caída».
Para terminar la conversación con Claudio, le pido que nos diga algo sobre los jóvenes que malgastan su tiempo en vicios y no aprovechan deportes como estos. Sobre ello me dice: «A ellos les diría que no se dejen llevar por los vicios. Que vivan su vida con tranquilidad. El deporte es algo bueno. No hay motivo para hacer cosas malas».
Con esa respuesta de Claudio, me quedé convencido de que esta joven promesa del motocross llegará lejos. Tiene todo para triunfar. Me despido de Claudio y sus amigos con un apretón de manos. Y les digo que enciendan sus motos y sigan corriendo. Pronto hacen rugir los motores, trazando zanjas en el suelo y desaparecen como expulsados por una fuerza invisible. Aprovecho para hacer algún encuadre más. Y, enciendo mi Honda 125, y regreso a casa pensando en lo beneficioso que es este deporte para vencer los miedos y tener una buena salud física, mental y emocional.