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Ante todo, la mejor actitud

Nicolás Vigo | Cuántas veces hemos sido testigos de personas que fracasan antes de haber intentado hacer algo. Son personas que dicen: «No puedo», «Es que…» y siempre ofrecerán una justificación o pretexto para no hacer lo que tienen que hacer.

Y ante semejante suceso, a veces solemos callar y mover la cabeza o, algunas otras veces, decir: «Es que ni ha pensado hacerlo», «Ni se lo ha propuesto», «Pero si es tan sencillo»; es decir, nos quedamos sorprendidos ante la actitud mediocre de esa persona y sentimos decepción por su débil espíritu de superación y capacidad de solucionar problemas.

¿Cómo es esto? Que, si vivimos con este estilo de personas, nos acostumbraremos a tolerar la mediocridad. Y a pasarla por alto, sabiendo que la persona que tenemos delante está empezando a asimilar una mentalidad perdedora y tóxica, que la llevará al fracaso y a la enfermedad en su vida.

¿Por qué pasa esto? En algunos casos, las personas han crecido sobreprotegidas o sin capacidad de autosuperación. Están sometidas en un mundo frágil, de mentira e irrealidad: sin el empuje necesario para enfrentar con éxito los retos diarios del día a día. Esto se traduce en pusilanimidad, cobardía y frustración. En resumen, no tienen una actitud sana, dinámica y creativa ante la vida.

Esto es peligroso porque, si lo toleramos en nosotros mismos, edulcoramos nuestra voluntad y adormilamos, innecesariamente, nuestro cerebro. Mario Alonso Puig define la actitud «como la manera que nos relacionamos con algo. Es nuestra manera de posicionarnos, de estar frente a algo».

Por ello es muy importante conectar nuestra actitud con las emociones que experimentamos. Ya que son ellas las que se transformarán en positivas y buenas, que nos ayudarán a tener una visión reconciliada de la vida, una filosofía práctica que nos haga mirar el lado bueno, verdadero y bello del ser humano y nos aleje de la mediocridad y del fracaso.

Asimismo, hay que recordar la estrecha relación que hay entre la actitud y nuestro sistema inmunológico. Así es, tal como suena, es el sistema inmunológico el que nos defiende de las enfermedades e infecciones y, además, es el que nos cura las heridas. A mejores actitudes, mayor inmunidad, menos enfermedad física y frustración emocional. 

Para terminar, si ante los desafíos y retos de todos los días, despertamos una actitud empática, proactiva e inteligente, viviremos felices, enamorados y reconciliados; en perfecta armonía con nuestro entorno, y mostraremos lo mejor de nosotros por medio de nuestras mejores actitudes, porque la vida es una cuestión de actitud.